domingo, 27 de enero de 2008

El culto a los muertos: Las Antesterias. Dioniso y los muertos.


La gran fiesta de la ciudad en honor de todos los muertos era las Antesterias (τό ἄνθος,ους : flor), que se celebraban el 11, 12 y 13 del mes Antesterion, (Febrero) en honor del dios Dioniso.

-La fiesta comenzaba el primer día con “la apertura de las jarras”, los Pithoigía (ὁ πίθος, ου: gran tinaja de barro metida en tierra). Con el ritual de la apertura de grandes jarras de vino, se evocaba la salida colectiva de los muertos del mundo subterráneo, precisamente a través del vino, elemento líquido asociado a Dioniso como ningún otro, que servía de canal o paso directo entre los muertos y el mundo de los vivos.

-Una segunda materialización de la llegada de los difuntos la representaba la apertura del templo más antiguo dedicado a Dioniso, el del Pantano de Atenas (Limnai), que tenía lugar el segundo día de la fiesta, y que permanecía cerrado durante el resto del año.

Ese era el día de las “libaciones a los muertos”, khoaí (ἡ χοή,ῆς: libación en honor a los muertos), mediante las cuales se provocaba la venida del dios, su epifanía. Para ello se derramaba abundante vino, en señal de ofrenda a los muertos y a su representante, Dioniso.

En Atenas, la llegada del dios tenía lugar en dos sitios a la vez: en la orilla del Pantano, junto a su templo, y a orillas del mar; y se festejaba su entrada en la ciudad mediante una procesión en la que el dios, venido del mar, se paseaba por la ciudad sobre un barco con ruedas.

Acompañado por sátiros enmascarados, Dioniso atraviesa las calles con su cortejo infernal: se percibe un terrible escándalo entre el sonar de las flautas, salpinges, chirimías y tamboriles, además de los gritos que jóvenes subidos en carros lanzaban a la asistencia. También desfilaban jóvenes vestidos en disfraces, y todos iban avanzando al son de la música con pasos de baile.

La procesión es vista como un auténtico advenimiento de los espíritus, y causaba al mismo tiempo terror y fascinación.

Asimismo, en este día se ofrece por primera vez a los niños de más de tres años vino, en “cuencos de barro cocido”, los khoés (ὁ χόος , χοῦς ), que dan nombre al día, como símbolo de integración cívica, según la ley dionisíaca.( la del misterio, ambigüedad, contradicción, subversión, frenesí…)

El vino es librado generosamente también a los jóvenes, que se emborrachan sin miramientos, al igual que los hombres adultos, que participan en concursos de a ver quién bebe más.

Las jóvenes, a su vez, protagonizan el ritual de los columpios, las aiórai, (ἡ αἰώρα,ας: columpio), ligado también, como los demás, a la muerte: el juego del balancín de las jóvenes atenienses que, mientras se columpian, entonan canciones obscenas, simboliza la peculiar forma de integración de las niñas en el mundo de la sexualidad, según Dioniso, pues recuerda el ahorcamiento que protagonizaron algunas mujeres en el mito, desesperadas de amor.

La fiesta de este día culminaba en la unión sagrada del dios con la βασσίλινα, la reina, la mujer del arconte rey, que tenía lugar en el ágora, en particular en el Bucolion, antigua residencia del arconte rey, cerca del Pritaneo.

Previamente tenía lugar la ceremonia de la mezcla de vinos que realizaban las catorce mujeres asistentes de la reina, ante la presencia en forma de máscara del dios, evocando con ello nuevamente su epifanía.

La reina, la mujer del arconte rey, que en época clásica no es más que un magistrado designado a suertes para desempeñar el cargo durante un año, representa a todas las mujeres y, en general, a toda la ciudad, que se rinde ante el dios y se deja invadir por los poderes que representa: la muerte, la sexualidad, la libre unión, el delirio, el salvajismo, la involución de las normas, la plenitud de la juventud, la locura…

Durante todo el día, la ciudad está bajo el dominio de Dioniso y su cohorte infernal: salvo el del Pantano, los templos están cerrados y ya no protegen la ciudad, más bien se protegen ellos mismos, cercados con un cordón, de las fuerzas subterráneas; se embadurnan las puertas de las casas con pez para evitar que los muertos traspasen los umbrales; los hombres se emborrachan; las vírgenes se columpian; las asistentes de la reina realizan sacrificios en los altares del Pantano (civilizado recuerdo del descuartizamiento que realizaban las ménades en el mito); allí cerca se derrama agua en abundancia para que las almas la beban, o trepen por ella para salir a la superficie de la tierra; allí mismo también se rinde culto a la diosa Tierra.

-El tercer día, el de “las marmitas”, khýtroi (ὁ χύτρος, ου), dedicado a Hermes, por ser el guía de las almas, todos participan de un banquete en el que se comía un puré hecho a partir de diversos cereales, el mismo que ofrecían a los muertos en las vasijas de barro que dan nombre al día; también se les daba de beber, derramando agua en las grietas del suelo próximas al Pantano.
Y, tras alimentarlos, se les despedía, con amenazas y a bastonazos: ¡Fuera de aquí, o Keres, las Antesterias han terminado!


La complejidad y multiplicidad de rituales de las Antesterias responden al hecho de que desde antiguo eran fiestas primaverales de las flores, a la vez que dedicadas al culto de los muertos y de Dioniso, que vienen como éstas de abajo, de la tierra, y en ellas las mujeres ocupaban el primer plano, tal como el cortejo femenino del que siempre se hizo acompañar el dios.

A lo largo de los tres días los rituales se suceden, se yuxtaponen, repitiendo una y otra vez el tema central: la representación de la llegada de Dioniso y del mundo subterráneo al mundo de los vivos.


Bibliografía:

-Walter F.Otto, Dioniso. Mito y culto.Trad.de Cristina García. Madrid: Ediciones Siruela, 2001

-Maria Daraki, Dioniso y la Diosa Tierra. Trad. de Belén Gala. Madrid: Abada Editores, 2005


Imágenes:

*Detalle ánfora con Dioniso procedente del Museo Arqueológico de Madrid
**Relieve romano de mármol de una ménade y dos sátiros en una procesión dionisíaca, 100 aD. British Museum
***Hermes y Dioniso sentados en el centro del friso este del Partenón. British Museum
(ahora ya entiendo por qué están sentados juntos)

El culto a los muertos: Fiestas funerarias.


Además de las fiestas y ceremonias que tenían lugar inmediatamente después del entierro (el mismo día, el tercero, el noveno y el trigésimo), los parientes del difunto seguían obligados de por vida a velar por su tumba y por su alma según la costumbre

Era un deber sagrado que respondía a la creencia, de época clásica, según la cual las almas de los muertos ejercían una influencia sobre los vivos, se sentía su presencia, se temía su poder desde el más allá y, al mismo tiempo, se propiciaba su bendición.

Considerados poderes invisibles, se les honra en interés de quien les rinde culto y, además, por conveniencia de los propios muertos, según la creencia de que el bienestar que encuentran los muertos en la otra vida no depende de sus propios méritos, sino de la actitud y relación que los parientes mantengan con ellos.

Para ello existía un calendario de fiestas funerarias en las que los muertos eran honrados con especial devoción:

1-el día 30 de cada mes todas las familias lo dedicaban a honrar a sus parientes muertos. A esta fiesta se le llamaba “Necisia” ( ὁ νέκυς, υος : muerto ), y resultaba ser el tercero de los tres últimos días del mes, que los atenienses dedicaban a los dioses subterráneos, días nefastos, en los que se abstenían de trabajar.

2-se seguía celebrando el natalicio de la persona muerta; a esta fiesta se la llamaba la “Genesia”(τὰ γενέσια: natalicio), que cada familia celebraba en su intimidad cuando tocaba.

3-además, de manera colectiva y de carácter público, el día 5 del mes de Boedromión, (Septiembre) la ciudad celebraba la “Genesia” de todos los muertos. En esta fiesta anual se hacían sacrificios en honor de los muertos, y también se honraba a la diosa Gea.

4-pero la gran fiesta de la ciudad en honor de todos los muertos era las Antesterias (τό ἄνθος,ους: flor), que se celebraban el 11, 12 y 13 del mes Antesterion, (Febrero) en honor del dios Dioniso; fiestas dionisíacas de primavera , y días nefastos también.

La variedad de rituales de enorme carga simbólica que se sucedían en las Antesterias tenían como objetivo último celebrar la llegada anual del dios, provocar el acercamiento y la comunicación entre el mundo subterráneo de los muertos y el mundo de los vivos, el paso fluido entre ambos, del que Dioniso era garante: era un fiesta triste y al mismo tiempo alegre; se invita a los muertos a que suban del mundo subterráneo, pero se les teme; una fiesta de la ciudad, pero subvirtiendo todas sus normas.

5-también, las Agrionias, en primavera, en el mes Elafebolión, (Marzo) de las que tenemos detalles de su celebración en Beocia y en Argos principalmente, eran fiestas en que se aunaba el festejo de los muertos y el dios Dioniso, y las mujeres protagonizaban un ritual de persecución que recordaba a las mujeres presas de la locura dionisíaca del mito .


Bibliografia:

-Erwin Rodhe, “El culto del alma”, en Psique. Trad. de Wenceslao Roges. Madrid: Fondo de Cultura Económica, 1994
-Walter F.Otto, Dioniso. Mito y culto.Trad.de Cristina García. Madrid: Ediciones Siruela, 2001


Imagen:
*Cratera de cáliz de Apulia.370aC. Joven conduciendo una víctima al altar. Museo Arqueológico de Madrid

martes, 22 de enero de 2008

THEATRUM NON DELENDUM!




Este blog también quiere adherirse a las protestas contra la "reversión" del Teatro Romano de Sagunto.

La desaparición de los LUDI SAGUNTINI, que sería la fatídica consecuencia que inmediatamente nos viene a la mente a muchos , será un ataque más a las ilusiones y esfuerzos de todos los profesores y alumnos amantes de la cultura clásica, que habían sabido canalizar, a través de este monumento restaurado, sus inquietudes y sus ganas de trabajar para redescubrir y disfrutar el legado del mundo clásico.


lunes, 21 de enero de 2008

Discurso de defensa por el asesinato de Eratóstenes. 14.El culto a los muertos: Las exequias.II


¿Cómo señalizaban los griegos el lugar de descanso de un difunto?

Pausanias habla en su Descripción de Grecia, en el libro dedicado al Ática, de monumentos, tumbas de diverso tamaño y decoración, estelas individuales, estelas colectivas con los nombres de los sepultados y el demo de cada uno, estelas con reproducciones figurativas diversas y estelas con versos elegíacos que aluden a los allí enterrados.

Todo ello junto a altares, recintos sagrados y santuarios, que con toda seguridad tendrían en su exterior estatuas de los dioses allí venerados, por lo que podemos imaginar que se trataba de parajes de cierta monumentalidad.

Si retrocedemos a los siglos VIII y VII, sabemos del uso de grandes ánforas de cerámica para señalar sepulturas, como es el caso de las famosas ánforas dipilónicas de estilo geométrico, con escenas funerarias (el nombre les viene del lugar en que se encontraron, cerca de la puerta Del Dipilón).

De los siglos VII y VI datan los kúroi, estatuas de mármol masculinas desnudas, de pie, con mirada frontal que, entre otras funciones, pudieron desempeñar la de representación sepulcral de un hombre.

A finales del siglo VII, las estelas de piedra, pintadas o esculpidas en relieve, sustituirán a la cerámica, y serán desde entonces la costumbre más seguida entre los griegos.


Funerales públicos

Para los funerales de ámbito familiar y privado sirve lo dicho en otro post, y son los hijos quienes tienen la absoluta responsabilidad de enterrar a los padres y obsequiarles con los ritos y ofrendas funerarias que establece la tradición y sancionan las leyes. Éstas proveían severos castigos para quienes no cumplían con este deber.

Los demarcos, por su parte, tenían a su cargo velar para que todos los miembros de sus respectivos demos recibieran la debida sepultura.

Por otro lado, la ciudad asumió el deber de celebrar honras fúnebres de carácter colectivo y oficial cada vez que morían atenienses luchando por ella en cualquier empresa bélica.

Un oportuno testimonio de lo dicho nos lo ofrece Tucídides en Historia de la Guerra del Peloponeso, Libro II, 34 con motivo de los primeros caídos en la guerra:

“En el mismo invierno, siguiendo la costumbre tradicional, hicieron las ceremonias fúnebres en honor de los que primero habían muerto en esta guerra, procediendo del modo siguiente: Exponen durante tres días los huesos en una tienda que instalan y cada uno lleva al suyo la ofrenda que quiere; y cuando tiene lugar el entierro, diez carros transportan las cajas, que son de ciprés, cada una de una tribu; los huesos de cada uno de los muertos están en la caja de la tribu a que pertenecía. Además se lleva un féretro vacío y cubierto en honor de los desaparecidos que no hayan sido hallados y recogidos. Acompañan al entierro los que desean de los ciudadanos y extranjeros, y las mujeres de la familia se hallan junto a la tumba llorando. Los entierran en el sepulcro público, que está en el más hermoso arrabal de la ciudad y donde siempre entierran a los muertos en guerra, excepto los de Maratón, pues considerado excepcional su valor, los enterraron allí mismo. Y una vez que los cubren de tierra, un ciudadano elegido por la ciudad que sea considerado hombre de talento y que sea el primero en la estimación pública, pronuncie en su honor el elogio apropiado; y después de esto se retiran. Así llevan a cabo el entierro; y a lo largo de toda la guerra, cuando se presentaba la ocasión, seguían esta costumbre”.


Privación de recibir honras fúnebres:

En el extremo opuesto nos encontramos con aquellos casos en que la ciudad, como castigo, sanciona a delincuentes, traidores a la patria y profanadores de templos con la privación de la sepultura en su patria, arrojándolos a una fosa o, de morir en el extranjero, impidiendo el regreso de los restos mortales, para que descansen cerca de los parientes vivos y éstos les puedan honrar.

Una muestra de esta impiedad practicada como venganza la vemos en La Ilíada cuando Aquiles, después de matar al héroe Héctor, lo arrastra atado a su carro hasta el campamento aqueo, para que los troyanos no lo recogieran del campo de batalla:

Canto XXIII, 179-183:

“¡Alégrate, oh Patroclo, aunque estés en el Orco! Ya te cumplo cuanto te prometiera. El fuego devora contigo a doce hijos valientes de troyanos ilustres; y a Héctor Priámida no le entregaré a la hoguera, sino que a los perros para que lo despedacen”.


En Antígona, de Sófocles, 195-ss, el rey Creonte dispone respecto a los hijos de Edipo que:

“A Eteocles, que pereció en defensa de esta ciudad, llevando al colmo su valor en la refriega, que se le dé sepultura con todas las libaciones y ofrendas de ritual que acompañan bajo tierra a los héroes caídos. En cambio, en lo tocante a ése de su misma sangre, a Polinices me refiero, que, vuelto del destierro quiso quemar a fuego de raíz la tierra de sus padres y a los dioses de su linaje, hartarse de la sangre de los suyos y llevarse a los demás reducidos a la esclavitud; en lo tocante a ése, repito, ha quedado pregonada a la ciudad la prohibición de rendirle honores funerales y lamentos; que se le deje insepulto, de tal forma que se vea a su cuerpo servir de pasto y de escarnio a perros y aves de rapiña…”.

Y un tercer ejemplo nos lo proporciona Jenofonte en Las Helénicas, I.vii, 22, cuando la Asamblea del pueblo condenó a muerte a los generales que vencieron en la batalla de las Arginusas en el año 406 aC, por no recoger del mar a los soldados náufragos, según aquellos, debido a la terrible tempestad que se originó:

“…si queréis esto, votad de acuerdo con la ley que rige para los saqueadores de templos y los traidores: si alguien traiciona a la ciudad o saquea los templos, juzgado en un tribunal, que sea condenado a no ser enterrado en el Ática y a que se le confisquen sus bienes…”


Fuentes:

-Pausanias, Descripción de Grecia. Ática y Élide. Trad. de Camino Azcona García. Madrid: Alianza Editorial, 2000
-Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso. Trad. de Francisco Rodríguez Adrados.Madrid: Editorial Hernando, 1984
-Homero, La Ilíada. Trad. de Luís Segalá. Barcelona: Editorial Juventud, 1961
-Sófocles, Antígona. Trad. de Luis Gil. Barcelona: Editorial Labor, 1981

-Jenofonte, Xenophontis Opera Omnia,
Tomus I. Oxford: Oxford University Press, 1987



Bibliografía:

-Erwin Rodhe, “El culto del alma”, en Psique. Trad. de Wenceslao Roges. Madrid: Fondo de Cultura Económica, 1994
-Susan Woodford, “Estatuas exentas”y "La pintura y la cerámica pintada", en Introducción a la historia del Arte. Trad. de Luís Urpinell. Barcelona: GG, 1990

Imágenes:

*Ánfora ateniense. Museo del Louvre.
**Kourós, 530 aC. sacado del libro de Susan Woodford
***Lápida de mármol, 410-400 Atenas British Museum.



domingo, 20 de enero de 2008

Discurso de defensa por el asesinato de Eratóstenes. 14. El culto a los muertos : Las exequias. I

“Pero me pareció, señores, que se había maquillado la cara aún cuando su hermano llevaba muerto no hacía ni treinta días.”

Los rituales y preceptos religiosos en torno a los muertos, que celebraron los griegos a lo largo de los siglos, se basaban en la creencia de que el alma del insepulto vagaba errante sin encontrar la paz en el más allá.

Un testimonio de esta idea lo tenemos en la Ilíada. En el Canto XXIII, 69 y ss, hechos los preparativos para los funerales de Patroclo, y postergados por el banquete previo y el sueño que se apoderó de los soldados por el cansancio de la guerra, el alma de éste se le apareció a Aquiles diciéndole:

“¿Duermes, Aquiles, y me tienes olvidado? Te cuidabas de mí mientras vivía, y ahora que he muerto me abandonas. Entiérrame cuanto antes, para que pueda pasar las puertas del Orco; pues las almas, que son imágenes de los difuntos, me rechazan y no me permiten que atraviese el río y me junte con ellas; y de este modo voy errante por los alrededores del palacio, de anchas puertas, de Plutón….”

A continuación se llevaron a término los funerales , dignos de un héroe.(Canto XXIII, 161-178).

Siguiendo las instrucciones de Aquiles, los soldados amontonaron leña para levantar una pira sobre la que colocaron el cuerpo de Patroclo; allí mismo degollaron y amontonaron ovejas y bueyes, y con la grasa de éstos Aquiles cubrió el cadáver.
Dos ánforas llenas respectivamente de miel y de aceite fueron vertidas sobre la pira; también colocaron allí cuatro corceles, dos perros y doce soldados troyanos muertos en el combate.
El llanto se apoderó de todos, y el propio Aquiles, en señal de profundo dolor, se cortó la cabellera para que su querido amigo se la llevara consigo.
Durante toda la noche, mientras ardía la pira, Aquiles, sentado, vertía sobre la tierra vino que con una copa sacaba de una cratera.
Al amanecer, fueron retirados los huesos del difunto para ser depositados en una urna. Y finalmente, se organizaron diversas competiciones deportivas.

A lo largo de los diez años que duró la guerra, los cadáveres de los soldados aqueos que morían en el campo de batalla, eran recogidos e incinerados para ser llevadas sus cenizas a los hijos y familiares, cuando regresaran a la patria, tal como leemos en el Canto VII, 327.

Volviendo a la época clásica, ya he comentado en otro post la participación de las mujeres en las distintas fases de las honras fúnebres: preparación del cadáver, exposición, velatorio con llanto y lamentaciones, traslado, enterramiento y, finalmente, purificaciones y comidas. De casi todas ellas la cerámica nos ofrece múltiples testimonios.

Se practicaba la incineración, o más bien la cremación, pues no se reducía completamente el cuerpo a cenizas, de manera que los restos de los huesos junto con las cenizas eran recogidos y guardados en una urna; también era costumbre la inhumación, bien directamente en la tierra sobre un manto de hojas de mirto, olivo o álamo negro, o bien dentro de un ataúd de barro o madera, práctica ésta, se piensa, de origen extranjero.

Junto al cadáver se solía colocar algunas herramientas u objetos con los que el difunto había estado muy unido en vida. (Ejemplos suntuosos de ello, por tratarse de la antigua realeza, sería el caso de los hallazgos encontrados en las tumbas reales micénicas: ajuares, máscaras de oro, armas…).

La tumba era un lugar sagrado. Ante ella los vivos rendían culto al alma del familiar fallecido. Debía ser un lugar apacible, tranquilo, con árboles, donde reinara un ambiente de calma y sosiego por ser el lugar de esparcimiento de las almas, según creían los griegos.

Los cementerios fueron emplazados siempre fuera de las murallas de la ciudad, y sólo en contadas excepciones se ubicaron tumbas intramuros.

En Atenas, el cementerio más grande fue El Cerámico, (con el mismo nombre que el barrio anexo donde se emplazaba el ágora), que se hallaba en los alrededores de la puerta de la muralla llamada Del Dipilón, a la que llegaba el camino procedente de la Academia, y muy cerca de la Puerta Sacra, procedente de Eleusis.

También a lo largo de estas vías, junto a santuarios de dioses y héroes, y en las afueras de los demos, los atenienses enterraron a sus seres queridos.

Pausanias, en su Descripción de Grecia, en el libro I dedicado al Ática, nos describe estos parajes tranquilos, rodeados de estatuas y altares, de los que traslado aquí unos pocos ejemplos:

-en 2: con respecto al trayecto entre el Pireo y Atenas dice: “A lo largo del camino hay tumbas muy conocidas como la de Menandro, hijo de Diopites, y el cenotafio de Eurípides”.

-en 29 y ss: describe el camino que conducía a la Academia, y alude tanto a las tumbas individuales de personajes ilustres de la talla de Trasíbulo, Pericles, Clístenes, Efialtes …,como a tumbas comunes o colectivas en las que descansan aquellos que compartieron el destino de morir luchando en un mismo combate. Así, leemos: “Asimismo yacen aquí los que cayeron en Corinto…”. “En otra estela figuran los nombres de los que lucharon en Tracia y en Mégara…”.

-en 36 y ss describe el camino que conducía a Eleusis y que los atenienses llamaban Vía Sagrada, plagado también de tumbas de estrategos, héroes, y personajes de renombre.


Fuentes:
-Homero, La Ilíada. Trad. de Luís Segalá. Barcelona: Editorial Juventud, 1961
-Pausanias, Descripción de Grecia. Ática y Élide. Trad. de Camino Azcona García. Madrid: Alianza Editorial, 2000

Bibliografía:
-Erwin Rodhe, “El culto del alma”, en Psique. Trad. de Wenceslao Roges. Madrid: Fondo de Cultura Económica, 1994


Imágenes:
*Lecitos áticos 470 aC. Museo Arqueológico de Madrid.
**Lápida de mármol de Jantipo. 430-420 Atenas. British Museum


lunes, 14 de enero de 2008

Discurso de defensa por el asesinato de Eratóstenes. 14.(Higiene y cosmética de la mujer)

“ἔδοξε δέ μοι, ὦ ἄνδρες, τὸ πρόσωπον ἐψιμυθιῶσθαι, τοῦ ἀδελφοῦ τεθνεῶτος οὔπω τριάκονθ᾽ ἡμέρας.”

“Pero me pareció, señores, que se había maquillado la cara, aún cuando su hermano llevaba muerto no hacía ni treinta días.”


Tal como hoy en día, las mujeres de la Antigüedad eran coquetas y les gustaba cuidar su aspecto exterior para resultar más atractivas.

En Atenas existieron desde la época clásica baños públicos con salas reservadas para las mujeres, pero con toda probabilidad las atenienses de clase acomodada no los frecuentarían, pues se bañaban en su propia casa, de la que solo salían en ocasiones especiales.

En el espacio de la casa destinado a las mujeres, el gineceo, se hallaba un cuarto destinado al baño y aseo personal de éstas,λουτρόν.


Podían utilizarse bañeras, πύελος , de barro cocido, de piedra o de pequeños ladrillos cubiertos con un revestimiento. Con una longitud que no permitía tumbarse completamente, el fondo podía adquirir en la parte posterior forma de asiento, y carecían de desagüe, por lo que se tenían que llenar y vaciar manualmente.

También se usaron tinas o jofainas circulares u ovales, de metal, barro cocido o madera, para el lavado parcial o el baño de los niños pequeños.

Para los pies podían usarse palanganas poco profundas, de metal, sostenidas por tres patas.

Pero el utensilio de lavado más extendido en época clásica fue la gran pila circular profunda,λουτήριον, sostenida por una base bastante alta, muy ancha en la parte inferior y rematada por un capitel que solía ser jónico. Solían ser de piedra o de barro cocido; su llenado y vaciado era manual, y se usaban tanto en las palestras, para la higiene de los hombres, como en las casas privadas.

Los griegos no conocían el jabón, y en su defecto utilizaban un carbonato de sosa impuro, una solución de potasa obtenida a partir de cenizas de madera o una arcilla especial.


Como accesorios del aseo femenino podemos señalar en primer lugar la navaja, que utilizaban las mujeres para depilarse. Indispensable en el tocador era el espejo, con el que observaban con detalle los últimos retoques, y presente en todas las representaciones de escenas de tocador.

Para arreglarse el pelo tenían peines, que podían ser de madera, hueso, marfil, concha o bronce, a veces con delicados adornos incisos; y, para sujetarlo, usaban cintas, ínfulas, velos y pequeñas cofias. En ocasiones, podían usar trenzas postizas y pelucas, e incluso se teñían el pelo para obtener un color deseado, especialmente el rubio.


Tal como hacemos hoy, las mujeres griegas se maquillaban; el uso de cosméticos estaba muy extendido, y solo cuando se guardaba luto por un familiar o cuando asistían a los misterios estaba mal visto.
Carbonato básico de plomo de color blanco (albayalde) era usado para aclarar la piel, pues una tez blanca era signo de belleza. Para realzar el color de las mejillas y para los labios usaban tinta roja procedente de la orcaneta, un tipo de planta herbácea.

Incluso las más atrevidas marcaban la línea de sus ojos y de sus cejas con trazos negros o marrones.

También utilizaban cremas de belleza y todo tipo de perfumes preparados a partir de una base de aceite de oliva y esencias naturales.


Como contenedores específicos de cremas y perfumes, así como para las joyas (coronas, collares, pulseras, pendientes, brazaletes, aros, cadenitas…) usaban vasos de cerámica de tamaño más o menos pequeño y formas diversas:


-el lecito tenía un cuello estrecho para controlar la salida del líquido
-el alabastro tenía un cuello muy prieto para que saliera el perfume gota a gota
-la píxide , la lecánide, y la plemócoe eran cofres de tocador para guardar las joyas
-el aríbalo tenía una correa para llevar o para colgar (especialmente usado por los hombres para guardar el aceite de oliva con que se frotaban después de los ejercicios en el gimnasio o la palestra).

Finalmente, podemos mencionar como accesorios o complementos propios de la mujer el abanico, simple pantalla con forma circular o de palmeta, y la sombrilla, muy parecida a las actuales, que siempre era llevada por un esclavo colocado detrás de la mujer a la que resguardaba.


Bibliografía:

-Robert Flacelière, “El aseo y el vestido”, en La vida cotidiana en Grecia en el siglo de Pericles. Trad. de Cristina Crespo. Madrid: Ediciones Temas de Hoy, 1989

-François Lisarrage, “Una mirada ateniense”, en Historia de las mujeres. I- La Antigüedad. Trad. de Marco Aurelio Galmarini. Madrid: Taurus, 1993


Imágenes: ( procedentes del Museo Arqueológico de Madrid)

*Lebes nupcial de Paestum ( 430 aC). Escena de mujeres en el baño junto a la pila circular.

**Espejo de bronce (s IV-III aC) y píxide de Apulia (340-300 aC) con tapadera de lebes , regalo de boda.

***Colllar y pendientes de oro griegos (s III-I aC). Lecánide ( s V aC ) para guardar objetos de tocador

****Vasos para tocador: alabastro, lecito, píxide, plemócoe


jueves, 10 de enero de 2008

Discurso de defensa por el asesinato de Eratóstenes. 13 (La Agricultura II)

Los capítulos XV-XIX están dedicados íntegramente a la agricultura.

¿Qué debe conocer quien vaya a dedicarse a esta actividad? “debe conocer ante todo la naturaleza del terreno.”

-Respecto a la manera de trabajar la tierra para producir trigo debe saber que :

-hay que prepararla para la siembra con el barbecho: arándola y removiéndola en primavera y verano para arrancar las malas hierbas y esparcirlas en la superficie de modo que se sequen con el calor proporcionando abono a la tierra.

-el otoño es el momento de la siembra, una vez la divinidad ha enviado las lluvias, pues no hay que sembrar en tierra seca. Se aconseja una siembra temprana, otra intermedia y la tardía, de manera que habrá durante un largo período de tiempo cosechas sucesivas y ello es preferible a tener unas veces demasiado y otras veces casi nada.

-durante el invierno hay que escardar la tierra para eliminar los hierbajos que roban el alimento al trigo.

-en primavera se produce la recogida de la cosecha: hay que segar cortando el trigo por la mitad para reducir trabajo a los trilladores y los aventadores. Las bestias de carga son las que pisotean el trigo que arrojan a sus cascos los trilladores; y finalmente se ha de aventar el trigo para limpiarlo de la paja y amontonarlo.

-Respecto a la plantación de árboles frutales, hay que saber a qué profundidad cavar los hoyos, cuándo y cómo colocar los plantones sobre una capa de tierra preparada. Y lo mismo para la plantación de la viña, la higuera y el olivo.

Para que la agricultura produzca ganancias el amo debe cuidarse de que sus trabajadores sean eficaces: que estén en el trabajo a su hora, que estén trabajando todo el tiempo y que trabajen bien.

Por otra parte, otra manera de ganar dinero con la agricultura es comprando terrenos yermos y convertirlos en productivos para después venderlos, tal como hacía el padre de Iscómaco.

¿Qué materias primas producía el campo griego?

De cereales, solo trigo y cebada, y en cantidades insuficientes, de modo que había que importar de Sicilia, Egipto, Tracia y las orillas del Ponto Euxino.

Aceitunas, que se prensaban en molinos para la extracción de aceite.

Uva: en una cuba portátil la pisaban con los pies para la producción de vino.

Entre los árboles frutales, el más extendido era la higuera.

Miel : la más apreciada y cara era la procedente de las colmenas del monte Himeto.

Hortalizas y legumbres diversas, y flores para los adornos festivos.



Fuentes:

-Jenofonte, Económico. Trad. de Juan Zaragoza. Madrid: Biblioteca Clásica Gredos, 1993

Bibliografía:

-Claude Mossé, “El Hombre y la Economía”, en El hombre griego. Trad. de J. Antonio Ochoa Anadón. Madrid: Alianza Editorial, 2000.

-Philippe Borgeaud, “El Hombre Rústico”, en El hombre griego. Trad. de J. Antonio Ochoa Anadón. Madrid: Alianza Editorial, 2000.

-Robert Flacelière, “Las mujeres, el matrimonio y la familia”, en La vida cotidiana en Grecia en el siglo de Pericles. Trad. de Cristina Crespo. Madrid: Ediciones Temas de Hoy, 1989


Discurso de defensa por el asesinato de Eratóstenes. 13 (La Agricultura I)

"κἀγὼ τούτων οὐδέν ἐνθυμούμενος οὐδ᾽ ὑπονοῶν ἐκὰθευδον ἄσμενος, ἥκων ἐξ ἀγροῦ".

"Yo, sin pensar ni sospechar nada de esto, dormía feliz, habiendo regresado del campo".


La agricultura fue la primera actividad económica de la sociedad griega. El vínculo entre el hombre griego y la tierra es no sólo económico (medio de subsistencia o de enriquecimiento), sino también político (la posesión de la tierra es el rasgo común de todos los ciudadanos de una ciudad) y religioso (el hombre entabla relación con los dioses mediante los frutos de la tierra que estos favorecen y aquél les ofrenda).

La escasez de tierra fue precisamente el motivo principal que impulsó el movimiento de colonización de mediados del siglo VIII, creando nuevas ciudades habitadas por colonos entre los que se repartió la nueva tierra.

Varios escritores de la Antigüedad se inspiraron en la agricultura para componer obras que hablaban del campo como ideal de vida a pesar de sus adversidades, que se podían sortear con el trabajo constante y la benevolencia de los dioses.

A finales del s VIII, Hesíodo en Trabajos y días ensalza la virtud del trabajo y el esfuerzo que requiere la vida del campo; aconseja sobre la administración de la hacienda familiar, sobre la mujer que uno ha de proveerse y sobre la descendencia; expone el calendario agrícola con los momentos de la labranza, la siembra y la siega, así como los trabajos que requiere cada estación del año.


Cuatro siglos después, el Económico de Jenofonte nos sumerge en el mundo de la administración de la hacienda de un ciudadano ateniense del siglo IV, Iscómaco, a quien ya vimos instruyendo a su mujer en las tareas domésticas.

En el capítuloV leemos un auténtico alegato de las bondades de la agricultura frente al desprestigio de los oficios manuales:

“Esta ocupación es al mismo tiempo un motivo de placer, un medio para acrecentar la hacienda y una forma de entrenar al cuerpo para poder hacer cuanto corresponde a un hombre libre”.

“Estuvo muy acertado el que dijo que la agricultura era la madre y la nodriza de las demás artes pues, si la agricultura florece, prosperan también las demás artes, pero cuando la tierra se ve obligada a mantenerse yerma, se marchitan casi sin excepción las demás artes , tanto en la tierra como en el mar”.

Nos hacemos la siguientes preguntas, cuyas respuestas nos da el propio texto:

1-¿Por qué la agricultura es motivo de placer?:

-“produce para quienes la trabajan los productos con los que viven los hombres y les concede además cuanto les permite vivir regaladamente”

-“les facilita cuanto engalana los altares, las estatuas y a ellos mismos acompañado de agradabilísimos aromas y vistas”

-alimenta el ganado “de modo que los hombres tienen víctimas para hacerse propicios a los dioses y reses para su uso”


2-¿Qué hace un hombre libre mejor gracias a la agricultura y el campo?

-como acostumbra a los hombres a soportar los rigores del frío y los calores del verano, ejercitar el vigor de sus brazos, madrugar y hacer largas caminatas, el hombre está más preparado físicamente para defender la ciudad o la región, como jinete o en la infantería.

-expansionarse con la caza

-“correr, disparar y saltar”

-“hospeda con mayor prodigalidad a los extranjeros”

-“invernar con fuego abundante y baños calientes”

-“veranear con las fuentes, las brisas y la sombra”

-“ofrece a los dioses primicias más adecuadas o da ocasión para fiestas más completas”

-manda a los hombres contra el enemigo pues “también con hombres se lleva a cabo la labranza de la tierra”


Además, la tierra enseña la justicia pues “cuanto más se la cuida con más bienes corresponde”.

Y todo ello con la consciencia de que “los dioses tienen en sus manos soberanas tanto las labores agrícolas como las de la guerra”, y si antes de emprender una guerra tratan de propiciarse a los dioses mediante sacrificios, de igual modo es necesario para las faenas agrícolas procurarse la benevolencia de los dioses.

3-¿Cómo acrecienta la hacienda?


-En el capítulo III,15 dice Sócrates a su interlocutor Critobulo: “Yo creo que si la mujer es buena colaboradora en la hacienda, contribuye tanto como el marido a su prosperidad. El dinero entra en general a casa gracias al trabajo del hombre, pero se gasta la mayoría de las veces mediante la administración de la mujer. Si esta administración es buena, la hacienda aumenta, si es mala, la hacienda se arruina”.

En los capítulos VII-IX leemos todas las instrucciones que Iscómaco da a su mujer para que se ocupe perfectamente de la administración de la casa.

-En los capítulos XII-XV Iscómaco explica a Sócrates lo que hace él en particular para acrecentar su hacienda:

-en ocasiones dirige personalmente las faenas:

-instruye a los capataces para que actúen igual que él en su ausencia: los forma en la lealtad hacia él y los suyos, les enseña a ser diligentes, cómo deben hacer las faenas, a mandar a los trabajadores y a abstenerse de los bienes de su amo y no robar.


Fuentes:

- Hesíodo, Obras y fragmentos : Teogonía. Trabajos y Días. Escudo. Fragmentos. Certamen. Trad. de Aurelio Pérez Jiménez y Alfonso Martínez Díez . Madrid : Gredos, 1990

-Jenofonte, Económico. Trad. de Juan Zaragoza. Madrid: Biblioteca Clásica Gredos, 1993


Imagen:

Ánfora con esclavos recolectando aceitunas, sacada de P. Kenneth Corsar y otros, Discovering the Greeks. Bath: Hodder & Stoughton, 2003


lunes, 7 de enero de 2008

Discurso de Defensa por el Asesinato de Eratóstenes.11(El hombre griego y la tierra. II)

Otro cambio significativo para la relación hombre griego-tierra tuvo lugar en la segunda mitad del sV como consecuencia de la Guerra del Peloponeso.
En el libro II de su Historia del Peloponeso, Tucídides nos cuenta que, en vísperas de la invasión del Ática por parte de los Peloponesios, Pericles exhortó a todos los habitantes de la región a que abandonaran sus casas y sus tierras, cogieran todas sus pertenencias y se refugiaran en la ciudad. “Los atenienses al oírle le obedecieron e hicieron entrar del campo a sus hijos y mujeres y los enseres domésticos en general que utilizaban en el campo, e incluso el maderamen de sus propias casas, que se llevaron; y transportaron a Eubea y las islas cercanas sus ovejas y animales de tiro. Llevaron con dolor la evacuación porque la mayoría de los atenienses había por lo general vivido siempre en el campo”.

Y más adelante dice “A causa, pues, de esta larga costumbre de vivir con autonomía fuera de Atenas, aún después de establecida la unidad, la mayoría de los atenienses de los tiempos antiguos y de los posteriores hasta hoy han nacido y vivido en el campo por esta tradición; por ello llevaron a término esta evacuación…con dificultad; …y se entristecían y soportaban mal el abandonar sus casas y sus templos, que habían sido los suyos tradicionales desde la época de la antigua constitución…”

Si bien este traslado a la ciudad del campesinado fue impulsado por las necesidades de la guerra, a partir de finales del siglo V la tendencia que se consolida como resultado de los cambios socioeconómicos que experimenta la ciudad, es la de vivir en ella y trasladarse al campo para controlar la hacienda, sea grande o pequeña, durante períodos más o menos breves de tiempo, aunque siguieron existiendo, por supuesto, habitantes permanentes del campo.

Así pasa en el Económico de Jenofonte con el interlocutor de Sócrates, Iscómaco, que va a diario a su finca; también parece ser el caso de Eufileto, que se desplaza por períodos de tiempo de varios días, y también hace lo mismo su amigo Sóstrato.

La tierra, pues, formó parte desde siempre de la vida del hombre griego, y el vínculo entre ambos fue tal que, siguiendo a Claude Mossé, “sólo los propietarios podían ser ciudadanos, y en todos sitios, sólo los ciudadanos podían poseer tierras”.

La mayoría de ciudadanos del Ática vivía de su tierra o en su tierra:
-por un lado estaba el pequeño propietario que cultivaba su terreno con sus propias manos,αὐτουργός ,aún teniendo algún esclavo que ayudaría en las tareas más duras;
-también estaba el propietario más acomodado, como Iscómaco, que se encargaba sólo de supervisar personalmente las tareas de sus capataces (esclavos cualificados) que, a su vez, dirigían a los demás esclavos;
-y en tercer lugar, existía el propietario rentista, que se limitaba a recibir las rentas de sus propiedades en especie o en metálico, que eran producidas por sus capataces y esclavos.

En algunas ocasiones, ciudadanos libres, desempeñaron estas tareas de capataces por la condición de pobreza en que se encontraron.

Para el humilde campesino, la agricultura era su medio de subsistencia; en cambio para los grandes propietarios, cuyas propiedades podían estar dispersas en un mismo demos o en demos distintos, era una fuente de riqueza.


Fuentes:

-Aristóteles, La constitución de Atenas.Trad. de Antonio Tovar.Madrid:Centro de Estudios Políticos y constitucionales, 2000

-Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso. Trad. de Francisco Rodríguez Adrados.Madrid: Editorial Hernando, 1984

-Jenofonte, Económico. Trad. de Juan Zaragoza. Madrid: Biblioteca Clásica Gredos, 1993

Bibliografía:

-Claude Mossé, “El Hombre y la Economía”, en El hombre griego. Trad. de J. Antonio Ochoa Anadón. Madrid: Alianza Editorial, 2000.

-Philippe Borgeaud, “El Hombre Rústico”, en El hombre griego. Trad. de J. Antonio Ochoa Anadón. Madrid: Alianza Editorial, 2000.

-Robert Flacelière, “El ámbito: la ciudad y el campo”, en La vida cotidiana en Grecia en el siglo de Pericles. Trad. de Cristina Crespo. Madrid: Ediciones Temas de Hoy, 1989

Imágen:
Cuenco con cazador sentado con un perro 300-280 aC. British Museum.

Discurso de Defensa por el Asesinato de Eratóstenes.11(El hombre griego y la tierra. I)


"Προϊόντος δὲ τοῦ χρόνου, ὦ ἄνδρες, ἧκον μὲν ἀπροσδοκήτως ἐξ ἀγροῦ..."

“Pasado un tiempo, señores, volví inesperadamente del campo…”


Por lo que podemos deducir del discurso, nuestro amigo Eufileto parece que era un ciudadano ateniense que formaba parte de la clase acomodada, pues vive en una casa de dos plantas, tiene más de una sirvienta en su casa (una es la que se encarga de los recados) y es propietario de una parcela de tierra .

Si Eufileto regresa un día inesperadamente del campo, quiere decir que no se desplazaba a su parcela y volvía a casa en un mismo día: la propiedad debía estar lo suficiente alejada de la ciudad como para quedarse cierto tiempo, por tanto tendría allí una casa de campo. (En el punto 20 leeremos que durante las fiestas de las Tesmoforias estuvo también ausente, por lo que en esa ocasión, como mínimo, permaneció tres días fuera de casa).

Antes de las reformas de Solón, la región del Ática estaba, tal como dice Aristóteles en La Constitución de los Atenienses, “repartida entre pocos”. El gobierno oligárquico, que había desplazado a la monarquía, favorecía que los nobles poseyeran grandes extensiones cultivadas por labradores pobres, ἑκτήμοροι, quienes guardaban para sí 1/6 de la cosecha a cambio de su trabajo. Eran pobres trabajadores que en muchas ocasiones se veían abocados a la esclavitud, ellos y sus familias, cuando no podían pagar sus contribuciones.

Y estando así las cosas, como la mayoría estaba sometida a la minoría, el pueblo se sublevó contra la nobleza, y en el año 594 se eligió de común acuerdo un mediador, Solón, un legislador que, desde una posición neutral, medió en la pacificación de los dos grupos de población y estableció unas leyes con las que regirse con cierta paz desde ese momento.


En esos tiempos, la agricultura y la cría de ganado eran los dos pilares de la producción económica, y el encasillamiento en un determinado escalón social dependía de la capacidad productora de cada propietario: así, estaban los que producían un total de 500 medidas entre sólidos y líquidos; los de 300 medidas; los de 200; y por último los más pobres. Naturalmente, según su riqueza les correspondieron más o menos derechos políticos.

Las cosas cambiaron para bien de los más desfavorecidos durante la tiranía de Pisístrato (561-528), pues este tirano, aparte de enriquecerse él personalmente, cobrando la décima parte de todo lo que se producía, repartió parcelas expropiadas a los nobles entre los labradores pobres, de manera que ocupados en sus tareas y con las necesidades cubiertas mínimamente, no le molestarían en su actuación política.

Aristóteles cuenta en La Constitución de los Atenienses que Pisístrato, en una de sus salidas por el campo, vio que un labrador estaba cavando en un pedregal, y al ser preguntado qué producía, dijo “males y dolores, de los que el diezmo cobrará Pisístrato”, y al tirano le hizo tanta gracia la espontaneidad del labriego que le condonó sus tributos.


La gestión político-económica de la tiranía tuvo consecuencias irreversibles para la clase aristocrática y, tras el levantamiento contra los descendientes de Pisístrato, las reformas político-administrativas de Clístenes a finales del siglo VI y las posteriores reformas políticas de la primera mitad del sV consolidaron el camino hacia una democracia, en la que la distribución de los recursos económicos, en particular de la tierra, junto con el desarrollo de otras actividades (la industria minera, el comercio, la construcción naval, la industria de armas, la pesca, ...) favorecieron la ampliación del cerco de ciudadanos con riqueza.

La diferencia respecto a tiempos anteriores era que, aunque la sociedad presentase desigualdades económicas, todos los ciudadanos gozaban de los mismos derechos políticos.


Fuentes:

-Aristóteles, La constitución de Atenas.Trad. de Antonio Tovar.Madrid:Centro de Estudios Políticos y constitucionales, 2000

Imagen:

-Detalle de fragmento de cerámica procedente de Discovering the Greeks, de P.Kenneth Corsar y otros. Hodder & Stoughton